sábado, 1 de octubre de 2011

La finitud

La finitud del medio nos separa
¿dónde estás?
que ya no veo tus alas...

El esternón erguido,
musculatura lisa quieta
y el aire de un suspiro que no cesa.

Veo una vieja historia añeja,
la huelo, la siento, le doy media vuelta,
bacilo expectante de la virulencia,
acorde resuelto del metal de las letras...

Decían que partir era inocencia,
y el suspiro, las alas, las dulces marionetas,
¿las guardaste en otra musa?
sin dejar algunas huellas...

El tacto está inflamado,
los sentidos sobresaltados,
en la parodia de un anacoreta...

El mimetico segundo se hace de piedra
y las palabras se quedan en las grietas
de estridentes ruidos venidos tras el sol
salidos de la noche que a veces olió a melocotón...

sábado, 17 de septiembre de 2011

Primera cita

Dicen que esos momentos son cruciales, parte del encuentro o el desencuentro posible, parte del acortar la distancia de dos mundos enquistados en las vivencias, con el riesgo de hacer esa distancia tan grande como para conseguir que entren miles de seres humanos en ese espacio y nunca más logremos mirarnos a los ojos...
La idea de esos encuentros, desde mi infancia, supuso un momento de noble entrega, que no vaya a ser cosa que la ingenuidad sea consumida por la inocencia.
Eran quince minutos para las nueve de la noche y se me veía caminar entusiasta hacia el bar del barrio.
La seña un nombre -Josefa- y la vestimenta citada por teléfono, jeans y polera negra...
No era primera vez que concretaba un primer encuentro en ese bar del cual fui "habitue" por muchos meses, hasta que el mesero de la barra me comenzó a mirar con cara de "picarón" y así lo deje.
Un hola y un beso en la mejilla, las sillas y mesas de alrededor me absorbieron, mientras escuchaba atenta una larga lista detallada por Josefa de sus anécdotas, mientras mi mente las situaba, una a una, en la columna de los desaciertos ajenos, que no sé muy bien para que sirve, pero entre guardar y no guardar, me quedo con lo primero.
El camarero puso dos cervezas más en la mesa, mis intervenciones para ese entonces habían sido escasas, tres solamente para ser más exacta: ¿Comida favorita? respuesta que no recuerdo, pero sí el enlace que ejecuto, que le permitió acabar hablando de su ex pareja. ¿Música que detestas? Su respuesta fue algo así como -el jazz, porque no lo entiendo, una vez una chica me regalo un CD de jazz y comenzó otra vez una historia sin fin que acabo en la descripción de tres o cuatro chicas al hilo. Para finalizar y guiada para ese entonces de mis ganas de no intervenir en largo rato, me aventure a preguntar ¿Cómo sería un fin de semana perfecto? Mi apuesta fue alta, pero me permitió no hablar más en toda la noche, hasta que se hizo tarde, acabamos las cervezas, se excuso diciendo que hablaba mucho, yo me excuse diciendo que al día siguiente madrugaba, me intento explicar que no se había enterado de nada respecto de mí, yo esboce una leve sonrisa inclinada hacia la derecha, la perdí de vista cuando giro a la izquierda de la calle, yo me quede pensando en mis haberes y deberes, mientras en mi cabeza rondaba la música del primer concierto de jazz que fui a ver en mi vida, situación que cambiaría luego incluso las primeras citas, siempre habría un rincón mental para recluirme en caso de desaciertos, reforzado por esos versos de Neruda que tanto eco me hacen cuando el mecanismo de defensa es hablar y hablar -me gustas cuando callas, porque estás como ausente- (sin juicio moral en ello). De Josefa, supe hace poco que no ha cambiado tanto...   

Ostias como panes...

Sin duda, la semejanza de la realidad pragmática, con la realidad que me supuse alguna vez y que hoy habita el sutil eco de mis recuerdos, tienen un espacio vació y frío que me llama desde el olvido a reestructurar este espacio e intentar descifrar el porque de las cosas, sí acaso las cosas no llegan a descifrar el porque de mi misma. Esta historia que relataré en breves capítulos, será un acierto y un error, parafraseando el gran dicho proveniente de las entrañas de la ciencia empírica, y que hoy intento dejar aquí con algo de positivismo, que aunque moleste está presente en mi día a día. Porque a veces es mejor reír que llorar, y que más risa puede haber en la simple observadora muda, que tiene una memoria selectiva propia, que capta momentos y hechos en los que la mayoría no repara ni a cambio de dinero, eso creo es la gran diferencia entre una loca diagnosticada y una que convive con su locura. Las antiguas entradas no las eliminaré, sin dudas hacen parte del proceso de los errores, porque la soberanía del propio yo no se consigue eliminando fondos, quizá se consigue a costa del bricolaje de ellos, sólo por tener un comienzo distinto, no será que digan que los comienzos nuevos son un oximoron... SEAN TOD@S BIENVENID@S!

viernes, 12 de agosto de 2011

Marioneta






Quiere perdonarse
acuclillarse…
Pasar la lengua por unos dientes gitanos
y largarse
con el sudor impregnado en sus recuerdos
multiplicando el suplicio del epistolario
en la pared violeta…
como intentando que se asomen más letras.
Quien será la que retenga su jugarreta
en el árbol que enverdece primavera
mas la sangre de aquella marioneta se desgasta.
Vaya a dios quien venga a ver este escenario
y me encuentre desnuda, atada de pies y manos
por una simple mujercita viajera
que cogí en un auto stop cualquiera
y… quitando sus bragas intelectuales
hoy reniega al cielo
por la fiesta que ella había comenzado.
Vengan a ver el espectáculo,
están todos los bienaventurados
invitados,
es esta tarde de domingo
y verán que no miento…
porque hoy… ya escribo con los labios…

miércoles, 15 de junio de 2011

La historia ya continúa...






Hay ideales que unen al mundo
en los que quisieran quedarse eternamente
los dioses descalzos
los fantasmas inoportunos
los impolutos sinceros…
Hay ideales que dividen a la Tierra,
en nombre de ambiciosos y honestos
que por ser efímeros correctos
no siembran la tierra
pero cosechan los frutos…
Hay ideales de musas rebeldes
que en úteros carentes de vida
cultivan caprichos
y como si fueran algún acertijo
cautivan las mentes…
Y otros que enfrían harapos y sólo dividen
y entre tanta elección se esfuman las luces
se traslada el espíritu a la leche tibia y agria
de las bestias sin nombre y sin rostro
de las sonrisas disfrazadas de contracturas…
Del alma cuando aún hay penumbra
del eco cuando aún hay sonido,
hay dios que he venido
a sembrar en algo crudo la esperanza,
que no es tendencia pero si una excusa
que cuando se gasta tan sólo agrava,
el sentir de mis contertulios…
Y no creo que sea un exceso,
decir que no hay sexismo en el hecho
del pecado repetido
cuando se escucha aquel aullido
que no me deja pensar…
Y no creo que sea un traslado
pedir hoy algunos clavos
para crucificar voces que no nos dejan cantar
sobre el escenario roído
por causa de algún disturbio
en el fondo de la ciudad.

viernes, 22 de abril de 2011

Recuerdos recortados (parte II)





Caminaba hacia la esquina opuesta, en distancia y dirección, le quede mirando fijamente, implorando como en un juego de niñas que me mirase, en mis auriculares la canción de Fito Paez “al lado del camino”, y mientras el tiempo se ampliaba haciendo retroceder el espacio y prolongándose, me miró, como quién mira un papelito en el piso pensando que es algún billete doblado, me miro como sé mira algo que no sabes bien que es, aunque tenga traje y porte de ser humano. No tenía plan por lo tanto lo que vino en las próximas horas fue improvisación…

Después de un hola entrecortado por el viento que hacía elevar su vestido, vino un caminemos juntas, dónde vas, de dónde vienes, qué te gusta, de dónde eres, los auriculares y Fito Páez descansaban en mi bolso, que transportaba a un paso seguro, pero vergonzoso a un paso de delirios y mentiras, las verdades esa tarde se habían esfumado.


No me gusta tener las llaves de algún piso que no crea mío, pero esa tarde en mi bolso, junto a Fito, las llaves del piso de una amiga, me las había dejado, para sacar a pasear a su perra, aún recuerdo que era para eso que había salido a caminar… en busca de la perra de mi amiga, digo, en busca de la perra, de mi amiga.

Magdalena estaba triste frente al espejo de la entrada del piso, yo sólo podía mirar la cama, sabiendo que el fantasma contaba los minutos para aparecer, y cómo era ágil contando, no quería perder tiempo, no deseaba que el cuerpo de Magdalena se enfriara junto al mío, no quería que su aliento se congelará producto del vahó invisible pero sensual que se ocultaba en algún rincón de mi epitelio.

Es que las historias de mujeres son las que más me cautivan, pero si hay un fantasma entre ellas, brota de mi un escalofrío, es que el fantasma en su tiempo me entreno bien para ver los fantasmas ajenos, pero el mío que pasaba si era mi fantasma el que se entrometía en mis nuevas historias…

miércoles, 20 de abril de 2011

Recuerdos recortados (parte I)




Es el cobarde pasajero que construye su distancia en base al viaje, que nunca hace, pues siempre viene de regreso. Y como explicas eso pequeño fantasma, disfrazado con la eterna sábana blanca, que supone inocencia; que te destina siempre a la carga religiosa del cielo, que abunda en las mentes ilusas y desajusta algunas astucias.

En el fraccionamiento de tus deberes encontraste un nuevo haber, haber sido un pasajero con cojones, haber sido un elemento trascendente en el transcurso de la vida. Pero ¿Qué es lo que trasciende? Sí, ya no puede tu estampa, permanecer visible.

No llegaste a compensar nada, y eso, lo aprendiste de joven, tampoco generaste algún desequilibrio básico, y eso, es lo que hoy te tiene rendido con la sábana blanca a cuestas, divagando por esta pequeña ciudad.

Eran las 20:30 cuando decidiste partir, sin más miedo en los tobillos, porque ya no los tenías. Paseaste por la epifanía de la ciudad silenciosa, a la velocidad de una pelusa, que flota en el espacio aéreo con la leve corriente de aire interoceánica.

Era Octubre, ese mes que dijiste alguna vez, que te pertenecía, y no era por la gracia de los siglos que han dado fruto espontaneo a la civilización de la que casi fuiste parte.

Magdalena reclamará siempre la arrogancia en tus abrazos, esa inmediatez de querer contener el mundo o quizá precisar que se escape en un segundo.

Fuimos tres pájaros sin más destino que un conocimiento efímero, que ahora necesitamos dejar atrás, pero sin olvidar que después de todo no queda más que el lienzo en blanco y la sombra de miles de ideas y teorías que exigen lentamente que las materialicemos.